Arte y fe

CONOCE LA HISTORIA DE NUESTRO TEMPLO

En el corazón del casco histórico de Hondarribia se alza la iglesia parroquial dedicada a Santa María de la Asunción y del Manzano. El templo fue levantado gracias a la profunda fe de las gentes de esta ciudad y visitado a lo largo de los siglos por innumerables viajeros, comerciantes y peregrinos que buscaban momentos de recogimiento y oración en su camino rumbo a Compostela.

Te damos la bienvenida y te invitamos a visitar este magnífico templo erigido sobre los fragmentos de la muralla medieval en el solar del primitivo templo románico.

Su construcción se inició en la segunda mitad del siglo XV. Cuenta la leyenda que la primera piedra fue colocada en 1471 por el Conde de Armagnac junto a un anillo de diamantes, pero posiblemente las obras comenzaron años más tarde en 1474.

La construcción del templo coincide con un periodo muy convulso política y militarmente. Este hecho afecta sobremanera a su edificación, por el cual se prioriza la modernización de las fortificaciones obligando a transferir material de la obra religiosa. A ello se unió un tiempo de paralización de las obras debido a que la altura del crucero obstaculizaba las labores militares del castillo. Un posterior decreto de la Reina Isabel la Católica permitió al ayuntamiento que se construyera el crucero de la iglesia conforme a los deseos de los hondarribitarras. Finalizada la primera fase de la construcción en 1549, el templo es consagrado por el Obispo de Bayona P. Joanes de Gauna.

“La primera piedra del cimiento puso el Conde de Armenac, caballero francés, y un anillo de diamantes, rico con su nombre está debajo de la dicha piedra en agradecimiento del servicio que la villa le hizo, y lo tuvo por muy gran merced”

Testimonio del bachiller Zaldibia. 1560

Después de conocer estos datos históricos, accede al recinto sacro donde las tallas de los apóstoles San Pedro y San Andrés, hermanos y apóstoles del Señor, parecen custodiar la entrada. Una extraordinaria bóveda de crucería estrellada sostiene el coro. El medallón de la clave central de mayores dimensiones contiene la imagen de la Virgen con el Niño. En el ángulo izquierdo de la bóveda, un castillo con un león rampante a cada lado representa el escudo de la ciudad de Bayona, diócesis a la que pertenecía la parroquia en la época de su edificación.

Comencemos nuestra visita dirigiéndonos a la nave de la Epístola, situada a la derecha de la entrada principal. Aquí vemos un llamativo Calvario con su habitual composición iconográfica; Jesucristo en la cruz, acompañado de su madre, la Virgen María y el apóstol San Juan. Sobre el conjunto, una colorida vidriera correspondiente al “Bautismo de Jesucristo en aguas del río Jordán”.

En el muro lateral se encuentra el baptisterio y la pila bautismal, cubierta con una original tapa, en la que durante generaciones los hijos de Hondarribia han recibido el bautismo. El Bautismo es el fundamento de toda vida cristiana, pórtico a la vida en el Espíritu y puerta de acceso al resto de sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado para ser miembros de Cristo e incorporarnos a su Iglesia.

“En verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”

San Juan 3, 5

A continuación, se encuentran dos retablos de similares características. El primero es el retablo de San Antonio de Padua, uno de los pocos santos al que se le representa con el Niño Jesús en brazos. Las tallas de San Antón y otro santo con sayal están a ambos lados, y en el ático aparece la efigie de San Juan Bautista.

En el retablo contiguo, dedicado a la Virgen del Pilar, está representada la escena de su aparición al Apóstol Santiago en Zaragoza. A ambos lados, dos santos sin determinar, mientras que el conjunto está coronado por el Arcángel San Miguel con el demonio bajo sus pies.

Proseguimos nuestro camino hasta llegar a la cabecera de la nave donde descubrimos el retablo barroco consagrado a Nuestra Señora del Rosario, cuya talla de finos rasgos y gran serenidad ocupa la hornacina central del retablo. María aparece como una joven madre que presenta a su Hijo y adelanta su brazo derecho acercándonos su rosario. La imagen está acompañada por las figuras de San Agustín y otro santo. En el cuerpo superior, entre sobrias columnas, está la figura de Santo Domingo de Guzmán, fundador de los Dominicos, escoltado por las de Santa Catalina de Alejandría y otra santa. El ático es rematado por la imagen del Padre Eterno, y en los extremos fueron colocadas con posterioridad dos figuras alegóricas, la Fortaleza y la Justicia. Son dos de las virtudes cardinales que complementan a las virtudes teologales, la Fe, la Esperanza y la Caridad.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”

San Mateo 11, 28-30

Ahora llegas a los pies del altar donde se encuentra el retablo mayor presidido por  Nuestra Señora  de la Asunción y del Manzano, a cuya advocación está consagrado el templo. El retablo actual de estilo neogótico fue inaugurado el 8 de septiembre de 1914, festividad de la patrona de la ciudad. Destaca por su esbelta arquitectura y su policromía dorada y está separado del muro para no cubrir los ventanales del ábside que se abre a oriente como es habitual en los templos cristianos. De oriente surge el sol que es símbolo de Cristo y que, al igual que Cristo, nos ilumina y nos da vida.

El anterior retablo fue destruido por un incendio y únicamente se pudieron salvar la delicada talla del Ecce Homo, ubicada en el tabernáculo y las figuras de los apóstoles San Juan y San Andrés, situados en la parte inferior del retablo.

La majestuosa imagen de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano de estilo barroco centra todo el conjunto. Esta obra, originaria de un taller napolitano, llegó a Hondarribia en 1753. La Madre de Dios sostiene en su brazo izquierdo a su hijo, mientras que en su mano derecha sujeta una manzana, símbolo que redunda en la idea de la sabiduría del Hijo de Dios. Flanqueando la imagen de Nuestra Señora podemos ver las correspondientes a San Prudencio y San Francisco de Asís a su izquierda, mientras que a la derecha distinguimos las de Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola, patrono de Gipuzkoa y fundador de los jesuitas.

Proseguimos nuestra visita dirigiéndonos a la nave del Evangelio en cuya cabecera se encuentra el retablo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Junto a la imagen del Señor, distinguimos la de San Roque que muestra las llagas de su pierna y es acompañado por un perro que le socorría en sus momentos de necesidad, signo de la Providencia, y que siempre aparece incluido en la iconografía del santo. También aparece la efigie saeteada de San Sebastián, mártir con gran devoción en épocas pasadas por ser el patrono de los moribundos y protector contra la peste.

El nicho central del cuerpo superior lo ocupa la imagen de San Pedro revestido como pontífice y sentado en su cátedra, mientras parece bendecir con su diestra. Está escoltado por San Andrés con su característica cruz en aspa y San Pablo.

En la parte inferior de este magnífico retablo, a los pies de la imagen del Sagrado Corazón, parece pasar inadvertido el mayor tesoro que podemos encontrar en este templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo vivo nos ha salvado y redimido, nos ha regalado gratuitamente la vida eterna y está siempre a nuestro lado.

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”

San Juan 3, 16

Rebasando la puerta de San Jerónimo, la más antigua de la iglesia, y una sobria talla de “Cristo Crucificado” sobre fondo encarnado, podemos observar los retablos de estilo churrigueresco de comienzos del siglo XVIII, de similar factura. El primero de ellos está dedicado a la Virgen Dolorosa cuya imagen ocupa el nicho central. La Madre del Señor aparece doliente ante la Pasión y Muerte de su hijo. A sus pies se encuentra un Cristo Yacente de magnífica talla y con brazos articulados. Ambas imágenes procesionan en la Semana Santa de Hondarribia. Una representación del Espíritu Santo remata el conjunto.

“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”

I Corintios 3, 16

Entre columnas salomónicas, la talla de San José con el Niño Jesús en sus brazos preside el retablo.  En la parte superior distinguimos una sugerente figura de la Inmaculada Concepción, mientras que el relieve de Dios Padre ocupa el ático.

Vamos acabando nuestra visita donde hemos aunado arte y fe. Deseamos que tu visita haya sido grata. Antes de abandonar el templo para seguir tu camino, te invitamos a tener un momento de recogimiento y oración. Puedes alabar y acompañar al Señor en su presencia eucarística en el Sagrario o sentarte en silencio ante la acogedora presencia de la Virgen María meditando su vida de entrega y gratitud. Para ello, ponemos a tu disposición algunas oraciones que pueden ser útiles y diversos enlaces para profundizar en la vida de los Santos que componen los retablos.

“Nuestra salvación es un regalo de la sangre de Cristo, todo es don gratuito de Dios y de su amor incondicional por nosotros”

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ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN

Madre en el cielo, tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo, porque vives en él y para él. Tú eres la Inmaculada, eres transparencia y plenitud de la gracia.

Aquí estamos, pues, tus hijos, para buscar amparo bajo tu materna protección e implorar confiados tu intercesión ante los desafíos ocultos del futuro.

Te encomendamos a todos los hombres, comenzando por los más débiles: a los niños que aún no han visto la luz y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento; a los adolescentes rebeldes; a los jóvenes en busca de sentido, a las personas adultas que no tienen empleo y a las que padecen hambre, olvido, violencia y enfermedad.

Te encomendamos a las familias rotas, a los ancianos que carecen de asistencia y a cuantos están solos y sin esperanza.

Abre nuestros corazones a la justicia y al amor, y guíanos hacia una comprensión recíproca y hacia un firme deseo de paz. Amén.


ACORDAOS

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos.

Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!

Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.

BENDICIÓN DE LOS PEREGRINOS

¡Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los Caldeos, guardándolo en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del Pueblo hebreo a través del desierto! te pedimos que guardes a estos siervos tuyos que, por amor de tu Nombre, peregrinan a Compostela.

Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos; para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracias y virtudes, vuelvan sanas y salvos a sus casas llenos de saludable y perenne alegría.

Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

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“Ahora permanecen estas tres cosas; la fe, la esperanza y la caridad. Pero la más excelente de ellas es la CARIDAD.”
(1 Cor. 13, 13)


Si puedes mucho; mucho. Si puedes poco; poco. Si no puedes nada; nada.
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